Sesión 12: La otra mejilla


· EL LOCAL
· VACACIONES EN CÓRDOBA
· LAS EMPLEADAS DEL LOCAL
· SUPERVISORA, COORDINADORA, REFERENTE
· FERIADO PUENTE
· LOS ESPIGADORES Y LA ESPIGADORA
· LOS JEFES
· JUICIO Y DESPECHO
· ¿HAY ALGO MÁS A PARTE DEL TRABAJO?
· LA CONFIRMACIÓN

Camino rápido porque llego tarde pero no dejo de mirar a la gente que va apareciendo en los pasillos. Me asomo por la puerta del consultorio que está entreabierta.
–¡Hola!
–Adelante –me habla desde el escritorio, tiene la voz congestionada y los ojos un poco achinados.
–Ah… ¡espero que no sea muy tarde! –suspiro, estoy agitada. Nos damos un beso y camino hasta mi silla–. ¡Todavía no te devolvieron el picaporte!
–No –, después dice algo entrecortado sobre alguien que arregla cosas, parece confundida.
–¿El que te arregla?
–No… porque...
–¿Hay uno para todo el edificio?
–No, creo que hay un gasista también. Últimamente estuvo viniendo un gasista… Igual acá el gasista no te cambia una bombita.
–Es gasista.
–Es gasista –repite subiendo y bajando rápidamente y varias veces las manos con las palmas hacia el techo–. ¡Y aunque venga el electricista esta bombita no la cambian!
–¿Y pero hay electricista?
–En una época había gasista, había… en negro, ¿no?, pero había de todo.
–Ah, pero esto se ve como bonito… –miro a mi alrededor.
–Pero adelante…
–Como que “fue bonito”, digamos –la interrumpo corrigiéndome.
–Claro, pero… estem… pero adelante en un momento se ponían a cortar el pasto, ¡ahora no cortan el pasto! Y está todo así… –señala con la pera el piso–. No sé cómo pueden ir a un lado y estar todo el día sin hacer nada.
–Ah, porque estaba, no es que no estaba.
–Sí, ¡estaba!, pero no hacía nada.
–¡Qué raro!

EL LOCAL
–Yo el otro día… “mirá, se me acabó el tiempo…” –habla entrecortado, arrastrando la voz.
–Bueno, pero no sé… –la interrumpo hablando muy fuerte y tapando lo que está diciendo–. Yo no sé qué decirte, porque yo creo que si alguien va al local podría decir “esta chica no sé cómo puede estar acá todo el día sin hacer nada, ¡está todo desordenado!” –como me mira y no responde, insisto– ¿No? ¿Qué se hace?
–Sí, pero ¿no atienden a los clientes, cuando vienen los clientes?, qué sé yo.
–Sí, pero bueno… ¡qué sé yo!, no sé. Nada, es que uno deja de hacer por algo.
–No, está bien. Pero esta cosa de –inspira sonoramente–: estar. Eso me pasa… al trabajar en algunos lugares…
–Sí, igual yo me imaginaba a alguien yendo al local y me muero de vergüenza.
–¿Por qué? –me pregunta aspirando varias veces seguidas por la nariz mientras busca un pañuelo.
–Y eso, “esta chica está acá y no hace nada”.
–Y bueno, si vienen clientes no podés hacer nada.
–“Todo desordenado” –hablo como si fuese un cliente.
–Si viene un cliente y le decís “no, lo va a atender ella”.
–Más o menos eso pasa, ¿eh?
–¿Sí? Mirá… –se suena la nariz.
–Mjm. Por ejemplo están “¿vos sabés donde está tal cosa?”, “no, ¿vos?”, “no”. O estás ahí media hora buscaaaando, y hay que esperar. Funcionaba mejor antes.
–No lo dudo.
–Yo decidí no hacer “más” “nada”… –digo “más” “nada” separando las palabras y acentuándolas mucho.
–Uhum.
–…hasta tanto no me entere de qué va a pasar. Por ahora, eh… me voy a Córdoba –anuncio rápido y alegremente.

VACACIONES EN CÓRDOBA
–Me voy… el 13.
–¿De diciembre?
–O 14. Sí, ahora.
–Para las fiestas y las vacaciones. Todo. ¿Cuánto te vas a quedar?
–No sé. Todo depende del trabajo. Porque si veo que en enero no hay trabajo como decían, me quedo allá.
–Uhum.
Hablamos entre el ruido de algunas sirenas que suenan bastante fuerte, vamos haciendo pausas.
–Y si hay trabajo vuelvo.
–¿Quién te avisa? ¿Una compañera…?
–¡Me van a llamar por teléfono!, ellos tienen mi celular, también tienen mi mail. O sea, allá a acá o en donde esté me van a poder avisar igual –hago una pausa, suena una sirena–. Lo que no sé es cómo organizar acá… ¿cómo se hace eso?
Otra pausa larga. Ella me mira seria mientras dejamos pasar el ruido.
–¿Cómo organizar acá?
–Porque yo ya te aviso, no sé si tengo que avisar adelante…
–No, allá no.
–…que me voy, y que no sé si vuelvo para enero, si voy a estar o no, o cuándo voy a volver…
–Uhum. Yo todavía ni sé cuándo me voy de vacaciones –dice muy rápido levantando las cejas y el mentón mientras acomoda algunas cosas sobre la mesa.
–¿Y qué hago?, ¿para enero te mando un mensajito? ¿Más o menos diciéndote…?
–Cuando te digan.
–Cuando sepa.
–Uhum –ahora me mira de costado, está apoyada en el respaldo de la silla con los brazos cruzados–. No sé tampoco qué vas a hacer, por ahí te conseguís un trabajo en Córdoba y te vas a vivir a Córdoba –termina la oración entre risitas.
–No me gusta Córdoba –digo con asco.
–¿No?
–Va, no sé… 
–¿Porque está tu hermana? ¿O porque no querés?
Ahora se escuchan muchas voces en el pasillo, como si se tratara de un recreo.
–Las dos cosas. No me gustan los cordobeses, la tonada, no sé. Tal vez porque está mi hermana –me quedo escuchando un poco las voces pero no se entiende qué dicen–. Viéndonos así poco, nos vemos poco y listo. Pero todos los días tal vez… no esté bueno.
–¿Y ahora que vas por tantos días?
–No sé, porque… la idea es, eh… no vamos a estar todo el tiempo, ella va a estar trabajando. Trabaja hasta fin de año. El marido también, entonces a ellos les viene bien que vayamos porque estamos con los nenes… –digo con soltura y un tono muy nasal.
–Claro, porque ellos terminan las clases.
–Así que les viene bien. Y recién voy a empezar a convivir con ellos (porque es convivir con ellos) en enero ¡si es que me quedo!, tampoco lo sé. Entonces, bastannnnte biennn… –me sonrío y suspiro, miro por la ventana, me enderezo. Me siento cómoda, relajada.
–Uhum –ella no cambia la postura, parece esperar algo más. Escuchamos cómo va apareciendo el sonido de unos pasos hasta que pasan por adelante de la puerta del consultorio y vuelven a desaparecer–. ¿Y si no?, ¿tenés alguna posibilidad de estar en algún otro lugar?, ¿o no?
–Eh… yo me voy a llevar una platita por si veo que me hartan mucho, me voy cinco días a otro lado, lo que pasa que no quiero gastar mucho porque no sé si me quedo sin trabajo.
–Claro –se incorpora en el asiento y cruza las manos sobre el escritorio.

LAS EMPLEADAS DEL LOCAL
–¿Pudiste averiguar algo de lo que podés hacer en el caso de que se desvanezca en el aire el local?
–No, porque estuve muy atareada con… –me interrumpen los gritos de un nene del otro lado de la puerta–. Nos vamos antes también… –me vuelve a interrumpir– ¡en realidad yo no hubiera ido antes! –hablo fuerte para tapar el llanto del nene–, pero tengo que ayudar un poco a… tienen que llevar unas cosas, estem… unos repuestos de algo. No sé, de eso se está encargando mi mamá, así que yo no sé. Pero la estoy ayudando como… a hacer cosas, estuve con eso –vuelve a apoyarse en el respaldo casi desplomándose–. Pero sí –agrego rápido, como para salvar la situación–, ahora que me queda esta semana quería averiguar un poco. Igual por lo que escuché de estas chicas, eh… ¡están muy tranquilas! Eso me hace pensar que siguen, no sé. Porque por como son ellas…
–¡Claro, pero…! –me interrumpe.
–…cada vez que pasa algo…
–¿Qué?
–A como son ellas –sigo, con la voz un poco fuerte–, la otra vez que estaba todo medio raro en el local y se empezaron a robar todo… Ahora están-muy-tran-qui-las –digo, casi cantando–. O sea que algo… no sé. Igual es rarísimo porque siempre uno sabe y el otro no. Es como que… yo siento que cada una sabe algo distinto –escucho al nene que grita algo y llama al papá, pero intento no desconcentrarme–. Me acuerdo cuando yo sabía del local  nuevo y las otras no, y era toda una cosa así… Y ahora veo que una sabe, no sé, yo no sé qué información tendrá cada una.
–¿Y no lo comentan? –me pregunta tranquilamente como si no existieran las personas del otro lado de la puerta.
–Y… es difícil. Yo creo que nadie quiere a nadie ahí. Son todas asociaciones así, por conveniencia.
–Claro, pero por ahí comentan aunque sea para demostrar que no saben nada. ¿Qué, hay una mosca?
–Ah, no… estaba pensando y mire las...
–No, porque te veo que…
–Porque siempre miro estas dos que me parecen horribles –señalo un par de postales que hay pegadas en la pared que tiene atrás de ella–, pero recién mire así y en vez de mirar esa miré la de al lado y me pareció mejor… mirar un poquito más allá.
–Puede ser –se da vuelta y mira–, deben estar puestas hace mucho porque están medio…
–Sí, me habías dicho. Igual es un gesto amoroso que hayan puesto eso –digo mientras la veo mirar, tarda en darse vuelta de nuevo–. Si no sería tristísimo.
–Debe ser para mejorar las paredes.
–Y, qué sé yo, un poquito de compañía…
–Uhum –vuelve a la postura que tenía antes.
–No, no comentan nada. Está todo muy… están…
–¿Y ya saben que te vas de vacaciones?
–¡No!, ¡yo todavía no dije nada! Porque nadie dice nada de nada.
–¿Y qué? ¿El día anterior le decís a tu patrón “me voy de vacaciones”?
–No. Eh… sí sabían que me iba en las fiestas. Estem… les dije, ¿cuándo fue?, ¿el viernes? Que averigüé, les dije de las fiestas, qué sé yo, y me dijeron “y, bueno”. Pero no saben que me voy “tanto” antes. Estoy pensando… en esta semana que viene...
–Igual –me interrumpe–, para el tiempo que estás en este trabajo tendrías que tener… bastantes vacaciones.
–Veinte días son.
–Algo más… –insiste.
–No.
–De corrido, sí.
–Un mes, más o menos –me mira seria, con los ojos un poco entornados–. Y la idea es emmm… porque nunca me los tomo todos juntos. Es medio raro. Un poco allá, un poco allá –señalo con la mano distintas partes del consultorio–. Porque como yo… hasta ahora siempre están con que… se le antoja junto, y después el otro mes junto, y todos quieren un mes “tomarse un mes”… queda el local vacío. Entonces te dan como de a quince, después una semanita, y no sé. Como una cosa así, entonces nunca sabés muy bien qué cantidad tenés.
–Ahora vos les ganás de mano.
–Y… les voy a decir que me salió algo, que pipipipipí y me voy –me sonrío y suspiro mientras me acomodo un poco el flequillo.

SUPERVISORA, COORDINADORA, REFERENTE
–¡Total está todo tan raro! Medio que me estoy aprovechando de que… por la reunión pasada me di cuenta de que siguen teniéndome a mí como que soy la supervisora. O sea, no soy la supervisora, no cobro como supervisora, pero medio como que me tienen como la que… no sé.
–Sos más responsable, digamos, de alguna manera.
–Algo así. Porque hablaban como que… no sé, ¿viste cuando sentís que no es que estás traduciendo pero medio que te… sos como la… filtro entre uno y otro?
–Referente. No pasa nada si sos referente.
–¿Referente?
–Suponte, tenés coordinadores –levanta las cejas y los hombros a la vez– y le das un poquito de colaboración a la directora… y uno puede ir a buscar un coordinador para preguntarle algo… entonces no existen los coordinadores. Hay referentes. Para nosotros son referentes. Les cambiamos de nombre porque entonces… porque “para nosotros”…
–Yo no le voy a dar esa idea –la interrumpo– porque ser “supervisor” implica otro sueldo.
–¡No!, no no, eso te lo digo a vos. Ellos “te toman” como referente de lo que se les canta. Igual no existe un cargo de referente, y un coordinador es pago acá .
–Claro.
–Incluso puede ser un no rentado que… que… esté en la coordinación, que se elige anualmente, pero…  como… sino, si hay un coordinador, se cita al coordinador para esto, aquello, lo otro… Entre nosotros les llamamos referentes porque entonces… se habla de las cosas necesarias, son los que tienen información. Pero por eso te digo que te toman como referente, porque parece que es alguien con un cierto nivel por encima de los demás. No reconocido como corresponde, pero en realidad uno si… le dan un poco de… gente a cargo ¡quiere que se lo paguen!
–En realidad también hay algo y es que… por ejemplo ellos hablan y las otras chicas están ahí, masticando chicle. Nadie dice nada. Es como ¡un plomazo! –digo con tono nasal–, entonces medio como que a veces hablo, hablo un poco, digo algo, trato como de pensar en general qué intereses hay de...
–¿Y las otras chicas hace poco que están?, ¿mucho?, ¿cuánto?
–Hay de todo, hay… la que era mi amiga o algo así está más o menos como yo, y después todas las demás fueron rotando.
Se escucha un murmullo del otro lado de la puerta, ella suspira.
–Claro, no, pensaba que por ahí tenés que…
–No, pero hay unas que son más chicas y realmente ni les importa, y si salen de ahí se van al local de al lado, les da igual. Creo que a las que menos les da igual es a esta chica y yo. Y otra más que también está hace unos añitos –hablo levantando la voz porque el murmullo es cada vez más fuerte–. Pero, siento que son como…
Ahora las voces se escuchan con mucha nitidez, ella se arregla el pelo y mueve de lugar una agendita que tiene siempre sobre el escritorio como queriendo atraer mi atención.

FERIADO PUENTE
–Y entonces –habla como si empezara a contar un cuento para chicos–, ¿vos qué día viajas?
–El 13 o el 14, porque el 13… ¡yo no sé si viajar el 13!, porque es martes 13.
–Jeje –se ríe sin ganas–, el único martes 13 del año.
–Ah, ¿sí? No… hubo otro, ¿eh?
–No –se suena la nariz.
–¿A principio de año no hubo? Creo que sí, ¿eh?
–Puede ser que haya habido uno, pero no sé…
–Yo tengo la idea de que sí, porque me pasó esta situación igual, que deje de hacer una cosa porque era martes 13.
Esta vez se ríe con más ganas.
–En enero, martes 11… –dice mirando la agendita y pasando las hojas– febrero martes 15… no sé, habría que  mirar todo el calendario que es mucho. Estem… pero bueno, sí, es martes 13.
–Y…
–¿No vas a viajar porque es martes 13?
–Y, tal vez viajo el miércoles 14.
–Bueno, porque… la semana anterior…
–O el martes –la interrumpo–. Depende de los pasajes.
–Eh… la semana anterior, el jueves y el viernes es feriado.
–¡Ah! ¿Qué, esta sería la última sesión?
–Es un nuevo tipo de feriado, ¿sabías?
–No.
–Se llama “feriado puente”.
–¿Feriado “puente”?
–Sí.
–¿Cómo es?
–Es que si un feriado de los “inamovibles” cae un martes o un jueves…
–¿El día del medio te lo dan?
–El día del medio se llama “feriado puente”. Salió… porque el jueves salió una nota en el diario que decía que “uno de cada tres días el año que viene va a ser feriado”. Entonces ponían todos los feriados que se corren y los que no se corren. “Feriado puente”. Yo digo “¡qué es feriado puente!” –hace un gesto de total admiración y queda congelada en ese gesto por unos segundos– “¿Cómo feriado puente?” Una vez alguien me dijo “Ah, tenemos feriado puente”… “Ahora, encima del poco laburo que hay, ¡hay feriado puente!” “Ay, no, pero en Inglaterra…” decía, “¡Pero en Inglaterra estaban en otra situación que nosotros!” Ahora, ¡qué hinchapelotas!, ¿no?
–Lo que decían era que… yo no sé nada de política y no adhiero a nada porque no se nada, pero… lo que decían era que esto de los “feriados” era para, eh… esto me lo dijo una vez mi hermana, que era para fomentar el turismo interno, ¿algo así?
–Já –dice indignada.
–¿Y eso no es bueno?
–La verdad, ¿a como está el país? no sé, para mí es un horror. Porque claro, ya que estamos pongamos una semana por mes que sea para los que… ¿y quién tiene guita para turismo interno? ¡Te vas a Uruguay si querés!
–Pero es más caro.
–Pero no podés decir “fomento el turismo interno”. Fomento el turismo, después te vas como quieras. Porque te tomás un barquito de estos que cruzan el río y te vas a Uruguay.
–Claro.
–No es que fomentas… ¡te vas a Brasil si tenés más plata! Eso, haces lo que vos quieras con tu plata. No te pueden decir “con esto fomento el turismo interno”, porque si te vas a Bariloche te sale un ojo y la yema del otro. Y además todo es carísimo en esa parte ¿no? Pero me refiero a la lejanía o a la cercanía, si te vas a Chascomus… no sé si no es más lejos que Montevideo.
–Tres horas. Dos horas… una hora y media en auto.
–Bueno, te cruzas a Colonia y tenés treinta minutos.
–Sí, no… yo no sé…
–No, me refiero a estas cosas que… que te las envuelven y te ponen moñito. Y cuando decís algo… yo sé que son kirchneristas porque van a defender lo que haga el gobierno a capa y espada, ¿no? Entonces, ¿cómo se siente en un país donde ves la gente que…? No solo ves a los cartoneros, ¡sino que cada vez agregan más bolsas para que les alcance lo que es la venta del cartón! ¡Hay gente revolviendo la basura para comer! Me parece tan vergonzoso.

LOS ESPIGADORES Y LA ESPIGADORA
–¿Viste la película de una francesa (que no sé cómo se llama) que se llama “Los espigadores y la espigadora”?
–No –me responde todavía indignada.
–Mirala.
–La oí nombrar.
–Te va a encantar.
–Ah, ¿sí?
–Sí.
–¿Qué?, ¿la están dando en el cine?
–No, ¡la dieron hace un montón! Está en Youtube, por ejemplo. Entera. O si no… no sé dónde se consigue.
–Ah, no, si me decís que está en Youtube…
–Sí, sí. Pero yo la encontré en Youtube: la ponés, está entera, sin cortes, subtitulada. Toda divina.
–Uhum.
–Está re buena.
–Uhum. ¿Y de qué trata?
–Justamente, de los espigadores. Y… como visto desde… es un documental, y visto desde muchos lugares… Está bueno. Es una señora grande que filma, habla de los espigadores desde… bueno, desde los cuadros pintados hasta los que fueron espigadores, que ahora no hay más espigadores, y los compara con los espigadores que son las personas en la calle que buscan comida. Y después habla de la comida que se tira porque no es del tamaño y la forma que tiene que ser para ser vendida. Entonces la tiran y la gente no sabe. Y hay gente… hay comida tirada, un montón, ¡toneladas!, y gente que no tiene comida. O sea… y nada, trata todo eso. Desde el lado del… es muy linda.
Afuera hay mucho ruido, pareciera que hubieran traído a una escuela entera a hacer una excursión.
–Yo leía en La Biblia hace un tiempo…
–¿En La Biblia? –pregunto porque no se escucha bien, entonces ella habla muy alto.
–Se me dio por leer la Biblia. Y estaba leyendo… no me acuerdo cuál de los libros de La Biblia, en cuál de los libros de La Biblia dice… de los que… en la Torah una de las leyes, digamos, era que la persona que tenía tierra, que sembraba, tenía que dejar determinada cantidad de… de trigo suponte, o lo que estuviera sembrando, sin cosechar para que “eso” pudieran recogerlo las viudas y las personas sin trabajo, sin plata, sin... Era como un impuesto victorioso –dice entre risitas– ¿no?
–Y… está bueno, sí.
–¡Sí! Y entonces, la gente ésta iba y recogía las espigas y haría su harina ¡qué se yo!, su comida con eso.
–Sí, es como…Yo creo que las cosas funcionan mal porque están mal organizadas y hay mucho egoísmo, porque si no hay de todo para todos, la verdad.
–Uhum.
–E incluso se podrían seguir teniendo “escalas sociales” y todo lo que quieras. No hace falta ni siquiera… hacer muchos cambios. No sé, si a alguien le encanta ser rico, que siga siendo rico, está todo bien.
Ella asiente con la cabeza mientras escuchamos las voces de afuera.

LOS JEFES
–Qué sé yo, lo que pasa es que… hay gente a laque le gusta el poder. Y si no hay gente que la pasa mal no se sienten bien.
–Uhum.
–No “sienten” eso –hago un gesto con las manos–, eso que sienten mis jefes.
–¿Eso sienten tus jefes?, ¿el poder?
–¡Impresentables! –y muevo la cabeza negativamente– ¡El gordo se tocaba la panza!, estaban hablando y hacia así –le muestro con la mano cómo me toco una panza imaginaria enorme–. Y se tocaba así la panza, se rascaba por debajo de la camisa. ¡Era asqueroso! Me generaba… como si estuviera en un gallinero, no sé, ¡era un horror!
–Pero es un localsucho de morondanga.
–¡Por eso digo! –aspiro hondo con los ojos muy abiertos–, hay de todo. A la gente que le gusta el poder no le importa. Con el poder que tienen le alcanza.
–Hay unos que no les alcanza con el poder que tienen.
–¡Estos también!, todos buscan más. Pero digo, en el momento que lo están disfrutando, lo disfrutan. No lo van a dejar de disfrutar porque es menos que… No, ¿mirá si se van…? Después sí, bueno la pasaran mal cuando viene uno más poderoso y ahí ven que son unos “pichis” –digo con asco–, pero bueno.
–Uhum.
A las voces de fondo ahora se suman algunas sirenas.
–Es que también hay… ¡ahí estoy yo!
–Sí.
–Es que también es medio… No sé, por ejemplo cuando estos tipos hablaban… y directamente “obviaban” a las chicas y me hablaban a mí, como si ellas no tuvieran poder de… no tuvieran inteligencia, una cosa así.
–Uhum.
–Yo sentía en cierta manera también esa situación de “Ah, bueno yo…” –digo con voz nasal– “yo después les explico a las chicas”.
–Uhum. ¿Te entraría a lo mejor un gustito al poder?
–¡Es que siempre pasa!, qué sé yo –digo entre risitas pero con cierta soberbia–. No sé.
–Claro, pero podría no pasar. Podrían decirte por ejemplo “¿por qué no les explicas a las chicas?”
–Es que estaban apurados –hablamos casi a los gritos–. A parte, la verdad es que cuando vi que me daban ese lugar dije “ah, buenísimo porque después me voy de vacaciones”. O sea… Nada, las chicas tampoco son muy copadas conmigo como para que yo deje pasar esa oportunidad por ellas.
–Mjm… No, yo decía…
–¿Eso es venganza o es decir “bueno, vos sos un soret… sos malísima conmigo, yo no voy a darte ningún favor”?
–No, no. Me refiero a… a “no” hacerlo por ellas, sino “no” hacerlo por él. Porque es una forma de… –la interrumpen los gritos de chicos jugando en el pasillo.   
–Bueno, por ejemplo, “si yo no lo hacía por él” probablemente… ahora cuando le dije “ah, me voy en las fiestas” –ella asiente con la cabeza enérgicamente–, que no se lo dije a él porque no volvió más tampoco, se lo dije al gordo, me dijo “ahdddd” –tartamudeo–: no me contestó nada. Pero sé que si no me contestó nada es porque lo va hablar con el otro y va a ser así.
–Entonces vos le decís “bueno, yo me voy para las fiestas a partir del 13”.
–No, sí. La semana que viene tengo que ver como invento qué cosa para decirles que me tengo que ir antes.
–“Son mi vacaciones a partir de…”
–Buá… ¡pero imaginate que si en un lugar en blanco no podés hacer eso, en un lugar en negro menos todavía!
–¿Por qué en negro menos? Al contrario, sería más.
–¡No!, te dicen “bueno, no vuelvas más”. Igual, por como van las cosas, me parece que hasta les conviene.

JUICIO Y DESPECHO
–Pero mirá, si llega el momento y te hacen algo así, les haces un juicio y que se arreglen. Una vez me contó alguien, por… que la esposa era profesora de Educación Física y estaba dando clases en un club de natación a los nenes chiquitos. Que todo el mundo chocho con ella porque era un encanto, y los padres porque los chicos empezaban a nadar, le perdían miedo al agua... toda una cosa de que la chica es muy encantadora, muy buena persona. Y… le pagaban muy poco. Le pagaban creo que una vez por semana, porque tenían que pagar eso, y le debían algo… suponte cien pesos, doscientos, no sé. Le dieron cien pesos falsos, ella los guardo y no dijo “mirá, me diste cien pesos falsos”, porque ¡cien pesos de antes eran mucho! Entonces les hizo juicio, por haber estado en negro, por… todo. Le tuvieron que pagar creo que mil pesos. Y le dijo “¿sabés por qué te hice juicio? Porque me diste un billete falso. Si me hubieras dado lo que correspondía no te hubiera hecho juicio, no me hubiera tomado el trabajo”, pero le hizo un juicio por su deshonestidad. Así que llegado el momento... –termina la frase levantando los hombros.
–Pero yo tengo un problema con eso porque se me mezclan las cosas. Por ejemplo, yo estoy haciendo eso y tengo varias sensaciones, por ejemplo, me doy perfecta cuenta del lugar de poder que me están dando. Me doy perfecta cuenta de que están haciendo eso porque saben que con eso me seducen como para tomar ese lugar y me ponen en un lugar como de supervisora, qué sé yo, a cambio de nada, a cambio de “ay, sí, sos poderosa, qué lindo, qué lindo”.
–Y vos te lo… vos comprás eso.
–Como cuando a un chico le decís “qué bien que lo estás haciendo” y está trabajando para vos, una cosa así. Después me doy cuenta de que tomo ese lugar por varias cuestiones: Por un lado porque me conviene, porque sé que después el favor me lo van a devolver de otra manera, porque ya hay códigos. Siempre salgo perdiendo pero bueno, de última… Ahora, en este momento, me conviene. Por otro lado me pregunto, ¿yo esto lo estoy haciendo en venganza, porque estas minas son un asco? –mi voz es cada vez más nasal– ¿O porque me estoy aprovechando? ¿O porque ellas son tan… así que no merecen que yo sea buena con ellas?
–Pero acá no es que seas mala con ellas.
–Y, medio que quedaron como unas taradas, la verdad.
–Pero por lo que vos me dijiste “son” unas taradas.
–Sí, bueno, pero esa es “mi” visión –me llevo los dedos al pecho–. ¡Qué sé yo!
–Bueno, tratemos de ser un poquito objetivas, ¿no?
–Sí.
–Suponte que alguna de estas chicas trabaja en “eso” y está estudiando ingeniería informática…
–Yo tampoco estoy estudiando ingeniería informática –la interrumpo.
–No no no. Te digo para ver si son o no son taradas. Vos las ves tooodo el día, ¡estás todo el santo día con ellas! –levanta las cejas y asiento con la cabeza–. Entonces, te estaba preguntando si son taradas o no, porque a lo mejor alguien puede estar con un trabajo de porquería porque bueno, es la única posibilidad que tienen de trabajar y poder estudiar, y tienen otras inquietudes, o escribe, pinta… o hace algo que digas “no, la mina esta no es una tarada”. O hablás con ella y es una persona inteligente. Una persona sensible. Por lo que vos decís son personas taradas en todo sentido, lo digo como para dejar esto de lado, no para decir si uno es más que otro, ¿no? Pero… porque lo que estamos tratando de ver es qué pasa con tus sentimientos en este momento. Ese sentimiento de que… sos superior a ellas y alguien lo reconoce. De que estas teniendo más posibilidades de salvar tu trabajo.
–Eh… no. Esto no me da más posibilidades de salvar mi trabajo. Me da la posibilidad de tomarme las vacaciones.
–Aha. Bien a corto plazo el asunto.
–Sí sí, bien a corto plazo. ¡Ya te digo!, los favores se devuelven en este lugar, con esta gente, y es “dame tres, te doy medio a cambio”, ese es el favor. Ese es el código.
–Claro, pero ahora no es que te estén dando tanto. Lo único que hacen es hacer como una cierta diferencia…
–No… es así de simple: ellos en ese momento necesitaban como agarrarme a mí, como para no tener que entrar en el quilombo de hablar con todas estas minas que imponen como un puterío, qué sé yo.
–¿Cuántas son en total?
–Cinco.
–Cinco. Ah, bastante grande el lugar, porque en general estos de ahí, de Avellaneda, te meten una y…
–Es que ya te digo, que funciona medio como galpón, atrás tienen todo un galpón. Eh… las tres más nuevas, medio como que levantan bolsas, todo.
–Mmmh –gesticula con asombro.
–Bueno, ellas hacen eso. Entonces es como que… medio me usan para eso, porque le facilito las cosas y yo sé que… si yo le pido algo tipo “ay, ¿me pagas el sueldo?”, “No, salí de acá” Pero una cosita así… –digo con cara de tonta–. O sea, si ellos no hubieran hecho eso en esta reunión yo no me puedo ir, ni pienso preguntárselos. Pero como sé que les “facilité” algo, ellos me van a “facilitar” algo, ese es el cambio.
–No te van a adelantar el suelo para que…
–¡Pero nooo, no! No, ya te digo, es como muy así, muy poquito.
–Tanto no.
–Y tampoco yo me animaría a pedir más, ese es el problema. Y creo que este código se estableció porque yo nunca me animo a pedir más. O sea, bueno, lo que me dan es lo que me dan. ¿Cómo voy a pedir otra cosa?

¿HAY ALGO MÁS A PARTE DEL TRABAJO?
–¿Y en todo te pasa así?
–Y es que no hay mucho más.
–En otras partes de la vida, situaciones…
–Y no hay mucho más, qué sé yo… mi familia. Creo que tengo problemas con ellos, lo que hablábamos la vez pasada, como que mi hermana se enoja porque le resulta “poco” lo que hace mi padre entonces mi padre se pone mal y la llama, por lo menos, de vez en cuando. O sea que está. Yo… ¡no me llama!, entonces yo lo llamo. No solo no le pido más, si no que le “doy” más. Y no lo valora, y cuando le pido un poco no le importa.
–Mjm.
–Porque funciona como una cosa así, como que… soy demasiado tolerante. Por ejemplo, pasa algo y yo digo “bueeeno, lo dejo pasar una vez, dos veces, tres veces” –enumero con cansancio, mirando el techo–. A la tercera vez el otro ya lo tomó como que es así. Y yo ahí digo “bueno, no, tal cosa” y me dicen “¡no, si ya es así!”. ¿Entendés? –asiente con la cabeza, está muy seria con la cabeza metida entre los hombros y los brazos cruzados–. Entonces yo digo “¿pero no está bien?” decir “bueno la primera te la dejo pasar, qué sé yo, ya está, te estás zarpando con estas cosas”. No, pareciera que lo que está bien es ser un impulsivo que de repente viene alguien y le das un sopapo, entonces el otro ya aprendió rápido.
–Bueno, pero a lo mejor, no hacer eso pero no lo dejás pasar así...
–Bueno, pero… ¡pero sino sos un alterado! Imaginate el tipo…
–¡Si viene alguien…!
–Si es alguien que no conocés mucho –la interrumpo– decís “bueno, no lo conozco mucho, vamos a ver si lo vuelve hacer…” Qué sé yo, porque sino sos un sacado. Viene alguien y “¡Noo, no me gusta…!” –digo como si estuviera gritando pero en voz baja.
–Claro, pero se lo podés decir de otra forma.
–Cualquier manera en que lo digas es como…
–Claro, pero parece que decís que… que no hay forma de decir las cosas. Que hay que tragarse todo hasta que… cuando te están pisando la cabeza decís “¡Eh, la cabeza no!”, “¿Cómo, cómo, cómo? ¡Si yo te vengo pisando y ahora me toca la cabeza!” –Ella me mira con ternura esperando una respuesta, yo hago como si me causara gracia y me esfuerzo por reírme un poco–. Algo así. No es que no… no podés parar a nadie, estás ahí como quietita.
–Es que una vez tomé la confirmación…
–¿Una vez…? –me pregunta porque hablo muy bajo en relación a los ruidos que entran de afuera.

LA CONFIRMACIÓN
–…tomé la confirmación.
–Sí, se toma una sola vez.
–La comunión… la confirmación… –hablo muy lento estirando las palabras–. Y la idea es todo el tiempo dar la otra mejilla, y yo creí mucho en eso, mucho tiempo. Y sin pensarlo, no es que yo reflexionaba y decía “estoy dando la otra mejilla”. Me parece que me lo metieron en la cabeza de una manera... En cambio mi hermana ni siquiera tomó la confirmación, dijo “eso me aburre muchísimo, no voy más”. Bueno.
–Pero la confirmación no tenés que estudiar, te confirman y ya.
–Todo depende de lo que hagas, ¡yo iba a la iglesia!
–En la comunión sí…
–Sí, bueno, pero después de la comunión supuestamente son como dos años, y después tomas la confirmación. Ahora, a cómo va el mundo, obviamente podés no ir y tomar la confirmación. Pero la idea es seguir yendo esos dos años y tener una educación con los catequistas, la guitarrita, todo. Yo hice eso.
–¿Pero te gustaba?
–No sé, estaba con gente. Sino estaba encerrada en mi casa con mi mamá.
–Bueno, o sea que alguna elección tenías –dice triunfante.
–Y no, porque la pasaba mal también, porque... No sé, se ve que yo no era muy divertida, y jugaban entre ellos y yo los miraba jugar.
–Uhum.
–O cantaba con las catequistas, que eran… ¡por favor!
–Para mí eso… no sé qué cosa había de alguien y fui, y cantaban “¡ay, Dios, perdónalos porque no saben lo que hacen!”… –y queda pensativa un momento–. La vez pasada vi en una serie de programas de televisión no sé qué, que era música… música de la edad media y música barroca.
–Música barroca, de la edad media –repito.
–De la edad media y barroca. Música eclesiástica sobre todo, en esa época que era… la más grosa, digamos, era música eclesiástica. ¡Dios mío, qué cosa tan hermosísima! Y… iban recorriendo, por ejemplo, lugares en los que había vivido Bach, dónde había estado, y en uno de esos lugares había un órgano en donde había tocado. Y el tipo que iba explicando todo, que también era músico, le preguntó al organista de ahí “¿Puedo tocar el órgano?” Y tocó un poco, así. Y dice “¡toqué en el órgano…!” No sé, ¡era un órgano como de unos ochocientos años!, ¡y alto como…! –levanta mucho un brazo riéndose–, no sé, ¡como tres pisos de alto! Pero oías esa música y ese “ninininini” que parece música villera…
–Pero, pará: ¿escuchaste la música pagana de la edad media? –la interrumpo entusiasmada.
–Alguna.
–¿Y viste que hay cosas que están muy buenas? Tenían unas letras que son como ahora escuchar cumbia villera. Pero están buenas. O sea, me imagino que para una persona de la edad media que escuchaba cierta música, escuchar a los paganos con los cascabeles, cantando “a la señora que se le cae no sé qué”, debía ser como escuchar ahora música villera.
–Puede ser. Pero ahora…
–Pero ahora lo escuchas y decís ¡qué lindo! Tal vez dentro de unos doscientos, trescientos, mil años, escuchen la cumbia villera y digan ¡qué pintoresco!
–No no no. Yo me refería a cómo cayó lo que es, lo que fue esa gigantesca música ¿no? Sacra… A esto de la guitarrita, que encima… podrían hacer cosas…
–No, pero también es porque son… Yo ahora, a la distancia, me acuerdo de esta catequista y el catequista… ¡y eran muy inocentes!, ¡tenían veintipico y parecían de once! Te hablaban de unas cosas… que yo era más chiquita y decía “estos son medios pavos”. Y eran –pongo cara de tonta– “azí y cañtabañ la cañzionzita”, como… –aspiro profundo y muevo la cabeza con los ojos cerrados–. Bueno… ¡Ay! ¿cómo organizamos esto? –cambio mucho el tono de voz– ¿Qué hago?
–Eh, vos tenés mi teléfono para esto… Lo que sí el viernes que viene ya te digo que no se trabaja.   
–Entonces, yo el jueves que viene, ¿vengo o no vengo?
–Si no es feriado puente, vení.
–¿Y cómo sé eso?
–Y, porque va a salir en los diarios, en la tele, en todos lados…
–El jueves vengo…
–No, ¡el viernes!
–Pero… ¿yo no vengo los jueves?
–¡Ah, hoy es jueves!, claro. El jueves…
–¡Entonces vengo igual!
–No, no, el jueves es feriado…
–Ah, entonces no vengo… ¿Y qué hago?, porque la otra yo ya no estoy.
–Claro…
–Ah, entonces ¿ya nos despedimos hoy? –estoy un poco confundida y emocionada a la vez.
–¡Y sí!
–¡Aaah! –me tapo la boca con las manos en un gesto de sorpresa–, bueno… ¿y qué hago? Bueno, cuando sepa te aviso por mensajito…
–Claro, porque lo de… –se la ve un poco confundida también– lo de… decidirte irte ¡lo dijiste hoy!, porque…
–Yo no lo sabía.
–¡Claro!, por eso… pero se me… ¡se me filtró todo!
–Porque, encima no iba a ser tan pronto, pero pasaron estas cosas, qué sé yo, y yo veo como viene todo y me quiero ir.
–¡Claro, sí! –se queda un momento mirándome con asombro– Sí, sí, está bien... Bueno, mandame un mensaje o llamame. Total…
–Bueno, cuando sepa de enero… ¿Vos en enero estás? Tampoco sabés…
–Sino vamos a hacer una cosa, te voy a dar mi teléfono fijo porque no tengo señal en mi casa, por las paredes.
–Ah, ¿sí? –le pregunto mientras busco dónde anotar.
–Sí, bueno… –espera mientras tose–. 4568… 48… 96.
–Porque si no ¿mail? pero…
–No, no no no –mueve mucho la cabeza–. No, mail no tengo.
–Llamo y… –ella se levanta, parece apurada– si no te encuentro, ¿te puedo dejar un mensaje?
–Sí, también hay contestador –me dice ya desde la puerta.
–Ah, bueno. Y te aviso, y vos cualquier cosa me mandas un mensajito de cuando estás. ¿Y seguimos los jueves?
–Sí, seguimos con esto porque son… fijos, ¿Ok?
–Bueno, chau –le digo mientras nos damos un beso, ella me abraza–. ¡Felices vacaciones! ¡Feliz año! ¡Felices fiestas! ¡Feliz todo! –digo mientras dura el abrazo.
–Regio.
–Bueno, ¡nos vemos a la vuelta! –estoy emocionada–. ¡Muchas gracias por todo!
–Bueno, chau.
–Chau, hasta luego… ¿dejo abierto?
–Sí, sí.
–¡Gracias! –estoy muy contenta–. ¡Chau! –y camino por los pasillos pensando en el abrazo, que me pareció muy lindo.